3 may 2014

Eleanor y Park

—No me gustas —dijo ella, sonando por un segundo como si lo dijera realmente en serio—. Yo… —Su voz casi desapareció—, a veces creo que vivo por ti.
Él cerró los ojos y arqueó la cabeza en su almohada, sin dejar de sostener el teléfono en la misma posición.
—No creo que siquiera pueda respirar si no estamos juntos —susurró—. Lo que quiere decir, que cuando te vea el lunes a la mañana, habrán pasado como sesenta horas desde que he respirado. Esa es probablemente la razón por la que estoy tan gruñona, y por qué te grito. Todo lo que hago cuando estamos separados es pensar en ti, y todo lo que hago cuando estamos juntos es entrar en pánico. Porque cada segundo se siente tan importante. Y porque estoy tan fuera de control, no puedo evitarlo. Ni siquiera me pertenezco, soy tuya, ¿y qué si decides que no me quieres? ¿Cómo podrías 
quererme como te quiero?
Él se quedó en silencio. Quería que todo lo que ella acababa de decir fuera lo últimos que escuchara. Quiso dormir con “Te quiero” en sus oídos.”
—Eleanor y Park 

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