15 may 2014

Una abundancia de Katherines

—¿Puedo ausentarme un momento? —preguntó.
—¿Es importante?
 —Creo que tengo una pestaña en mi esfínter pupilar —contestó Colin, y la clase rompió a reír. La señorita Sorenstein lo envió de camino, y después Colin fue al baño y, frente al espejo, se quitó la pestaña del ojo, dónde se encuentra el esfínter pupilar.
Después de las clases, Hassan encontró a Colin comiendo manteca de cacahuate y no un sándwich de gelatina en la gran escalera de piedra de la entrada trasera del colegio.
—Mira —dijo Hassan—. Este es mi noveno día de colegia en toda mi vida, y de alguna manera ya he aprendido lo que puedes o no puedes decir. Y no puedes decir nada de tu propio esfínter.
—Es parte del ojo —dijo Colin a la defensiva—. Estaba siendo inteligente.
—Escucha tío. Tienes que conocer a tu audencia. Eso casi podría encajar en una convención de oftalmólogos, pero en clase de cálculo, todo el mundo se pregunta cómo demonios tienes una pestaña ahí.
Y se hicieron amigos.
—Una abundancia de Katherines

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